Empezamos la
clase a la hora (con muy poco alumnos), respetando a aquellos que llegan
puntual. Un centramiento y breve relajación nos permiten aquietar la mente y
sintonizarnos con el presente.
Partimos
recogiendo en qué están y cómo les fue con la tarea en grupo u otras
reflexiones. Sólo unos pocos la han hecho y a modo personal.
Hay aun
temor o desconfianza para exponerse o falta de interés? Todo podría ser pero lo importante es cómo
sortear las dificultades para seguir adelante. Les preguntamos qué hacer y no
hay aun respuesta.
El aporte de reflexionar en grupos durante la clase parece
interesante. Vuelve a aparecer la duda sobre hacia donde vamos, qué se pretende
con este curso. Volvemos a los objetivos del programa, el desconcierto persiste
en algunos, mientras otros ya están trabajando y empezando a descubrir nuevos
lenguajes, observar sus prácticas y vislumbrar caminos… Otros se mantienen en
el estar de acuerdo o desacuerdo… Y bien, todos están bien.
Es un buen
momento para seguir reflexionando sobre el observador que somos, sobre las
acciones que nos llevan a los resultados y cómo a veces incluso hay que buscar
otros resultados y por tanto nuevas
acciones.
Andrés da la
clave al enfatizar que no es un reflexionar solamente, sino un reflexionar sobre cómo reflexionamos lo
que nos hace transformar nuestro ser y nuestro hacer en el mundo. Observar
nuestros propios paradigmas , desde donde miramos la realidad nos permite ver
que éstos sólo nos posibilitan cierto tipo de acciones y no otras. Y mientras continuemos no
conscientes de ese modelo interpretativo, de ese modo de operar, seguiremos
haciendo más de lo mismo.
Miramos los
cambios de paradigma a través de la historia y cómo nos han hecho explicarnos
el mundo. Hoy desde la modernidad, lo
que no pueda ser explicado desde la racionalidad y la lógica parece
inadmisible, sin embargo hoy ya no es suficiente y a cada instante hay
elementos que no encajan, restringiendo nuestro actuar. Sin embargo nos
aferramos a las antiguas creencias, verdades, certezas para no salir de nuestra
zona segura. Muchas veces son nuestras corazas para defendernos de lo incierto.
A partir de
ahí invitamos a hacer un trabajo grupal: el reflexionar cada uno y en grupo
sobre la dificultades para aprender, (aprender en el contexto de transformar
nuestras prácticas, nuestros hábitos para mirar el mundo. No sólo de adquirir
nuevos conocimientos). Qué nos dificulta dejar de hacer “más de lo mismo” y
abrirnos a lo nuevo. Todos se motivan y participan activamente.
Ejercicio
que revela la riqueza del grupo, los aportes significativos de cada uno, cuando
se conectan con sus propios mecanismos y pueden observar los efectos que les
generan en su interacción.
La
experiencia de la sesión nos mostró que no se pretende encontrar quién tiene la
razón o está en lo correcto, sino en la oportunidad que nos brinda el abrirnos
a reflexionar en nosotros y con otros y a escuchar y escucharnos.
La
invitación del curso parece estar siendo acogida: aprender y enriquecernos todos de todos. Y para ello es
necesario salir del mundo de las explicaciones únicas, el de los “o” para
navegar en el mundo múltiple de las “y”.
Con el
aporte de la diversidad es como se hace
la alquimia de la transformación de la conciencia colectiva.
Dejamos la
Tarea el escribir los “yo soy”: todos esos juicios sobre mi mismo que he construido y que creo constituyen mi
identidad.
Y también
ver el video de la Sistema Educativo Finlandés para rescatar el tipo de observador
que son ellos para poder crear ese modelo educativo.
Terminamos
la sesión con la sensación de un grupo vivo, más activo y confiado en lo que cada uno es y en todo lo que pueden
aportar. Gracias a todos por sus conversaciones. El grupo se ha puesto en
marcha.
Interesante lo que ocurre en Finlandia. Interesante también, como suele ocurrir, el que aparezcan nuevas reflexiones al volver a verlo después de pasado un tiempo. Surgen nuevas lecturas sobre el mismo tema (como volver a leer un libro), pero se mantiene la misma impresión inicial luego de observar este modelo de funcionamiento social: cuán lejos estamos de esa forma de entender la educación, partiendo por el contexto y las políticas públicas. ¿Tendremos algo en común con este país con un alto nivel de vida en donde las familias sienten la seguridad en el presente y futuro, de que sus hijos tendrán sus necesidades satisfechas?, ¿podremos llegar a valorar también el trabajo de oficio a la par con lo "académico"? ¿Llegaremos algún día a entender y poner en práctica una educación basada en la igualdad y equidad (gratuito, las mismas posibilidades para todos)? ¿cuándo y cómo recuperaremos la valoración social del profesor?...
ResponderEliminarCarolina
El origen del modelo educacional finlandés se encuentra en la postguerra, con una economía profundamente deprimida. Ellos, por lo que he leído del tema, siguieron este orden: primero buscaron consensuar el tipo de país en el que querían vivir: algunos términos fueron pacifico, ingenioso, justo, creador de riqueza, abundante etc. Luego se preguntaron cuáles eran los recursos con que contaban para crear un país así; por lejos concluyeron que su recurso más valioso era su propia gente. Y como eran un país de poca población, concluyeron que no podían darse el lujo de perder a ninguno. Así es como surge el principio de la equidad como factor fundamental del modelo educativo. Invertir en el mejor recurso, dándole la mejor educación posible, cuidando que nadie quede atrás. En vez de discriminar o segregar, ellos entienden que su tarea es recuperar a personas e instituciones que muestran niveles inferiores de rendimiento hasta llevarlas a unirse al nivel general. No comparten la creencia de que hay buenos y malos, ni mejores y peores. Partieron asumiendo que todos son excelentes y que su rol era ayudarlos a hacerse concientes de esa excelencia y de aplicarla con la mayor calidad en su respectiva área vocacional.
ResponderEliminarAprecio tus preguntas, Carolina, y elijo contestarlas todas en positivo. No se cuándo ocurrirá, pero estoy seguro que así será. Y la última pregunta que haces debe ser respondida por cada uno de nosotros según su circunstancia. Yo creo que el profesor como arquetipo es valorado por la sociedad, lo que se desdibuja cuando vamos a las manifestaciones cotidianas de ese arquetipo. Valorarse a si mismo y vivir de acuerdo a esa valoración parece ser el comienzo del proceso. Yo no recuerdo casa nada de las materias del colegio, pero sí recuerdo vívidamente el orgullo apostólico con que algunos profesores vivían su vocación. Les pagaban menos que ahora, solían andar con pantalones que brillaban en los fundillos tras centenares de lavados y planchados, pero el brillo en sus ojos ha quedado indeleblemente en mi memoria y en mi corazón. Este programa ha sido para mi la oportunidad de devolver la mano a esos héroes de mi juventud honrando a sus herederos en la noble tarea.